domingo, octubre 29, 2006

Pez Banana y el efecto del eterno retorno


Hace mucho que debi escribir este articulo. No se porque chucha no lo hice, problemas de drogas y tiempo. El tema es que no se puede dejar que un hecho como este, pase desapercibido: La presentacion de la radio www.sudakarock.com ocurrida en Setiembre (2006) en el Cafae y, por supuesto, el retorno de la mitica banda underground, Pez Banana,que vuelve a la escena limeña. Despues de un periodo de silencio, los integrantes de Pez Banana se reagruparon (parcialmente, falto el bajista) para fortuna del rock y nos regalaron algo de su ruido. Seria una pena que la musica de Pez Banana se pierda en el mutismo argollistico de la fresa escena local, por lo cual es un imperioso menester escribir acerca de ellos. Es dificil definir su musica y etiquetarla siempre es tonto. Pero creo que una manera de describirla, podria ser, decir que es una musica muy "Pez Banana". Cuando la escuchas sabes que esta pasando "algo" y eso creo que es el mayor significante para valorizarla. Podemos hablar de influencias blues, grunge, hard rock en forma mas evidente. Una voz aspera y corrosiva que le da personalidad a la banda. Sin embargo la musica no queda ahi, hay sonidos que brindan autonomia y definen que la influencia mas clara de la banda es simplemente (y valga la redudndancia), Pez Banana. Es que es rock de verdad y sin poses, la electricidad simplemnete sale por los poros. Tuve la oportunidad de conocer una vez a los miembros de la banda y me sorprendio su sencillez, rasgo por demas admirable. La gente que integra Pez Banana, no solo hace una musica estupenda sino que verdaderamente son consecuentes amantes del rock. Sudarock es un proyecto donde ellos se hallan inmersos y comprometidos. Todo por difundir esta maravillosa musica llamada rock, que permite la expresion de todos los seres humanos, sin importar las clases sociales, economicas o las enfermedades congenitas. Para no aburrirlos mas, les alcanzo unos link para que escuchen la presentacion de Pez Banana en el Cafae. (Desafortunadamente la calidad de la grabacion no es muy buena, pero el rock es asi, precario.)

sábado, octubre 28, 2006

Dos Agujeros en la Celda

Las calles de Santa Beatriz están ahogadas de gente. Celestes. Cremas. Caminamos por Petit Thouars esquivando bocinazos. Tú. Yo. ÉL. Como siempre. Bueno. Así es. Qué puedo hacer, pienso. Allí está el Estadio. Oscuro. Agitado. ¿Las entradas? ¿Trajeron sus entradas? Yo sí. Yo también. ¿Tú? Claro, acá está. Por aquí todos son hinchas de la U, así que por favor, le digo a él, por favor no hagas tonterías. Sí, sí, por favor dices tú. Nos echamos a buscar un lugar donde descansar. Este clima es impredecible, pienso. Y caminamos los tres juntos, otra vez. Claro, él siempre al medio ¿Estorbo? ¿Ayuda? No sé. Sólo sé que no quiero que se vaya, me muero de miedo de estar a solas contigo. Y a la vez quiero que desaparezca, para que me hables y me mires solamente a mí. Oscurece. A lo lejos el sol se hace negro y aquí el viento nos sacude. ¿Acá está bien? ¿Dónde? Acá, en el jardín de Industrial, donde estuvimos la semana pasada. Bueno. Sí. Así que nos sentamos sobre el pasto helado y me provoca un cigarro. Sólo tengo cincuenta céntimos. Qué importa. Estoy nervioso. Deme un Montana, por favor. Gracias. Subimos las escaleras corriendo, como siempre se hace cuando entras al estadio. La cancha: lo primero que vimos. ¿Y ahora dónde nos sentamos? Y miramos hacia arriba, los tres al mismo tiempo, buscando un lugar cómodo. ¿Por allá? No, está lleno. ¿Allá? No, muy cerca de la popular. Así que subimos a oriente alta ¿Qué hora es? Cinco para los ocho. Ahorita deben salir a la cancha. Bulla. Ahí está Bonnet. Ahí Julinho. Sale el campeón, sale el campeón. ¿Y las gallinas? Gritan cuando sale Carranza. Silbamos. Insultamos. Nos sentamos. Y otra vez él en el medio. Canta una de Sui Generis, le pido. Entra, sos bienvenida a casa, etc. Y ahora una de Los Rodríguez, dices. No me la sé, mejor me echo y que ellos sigan cantando, pienso. ¿Celos? No, él es mi mejor amigo y ya le conté lo que siento por ella ¿Y ella? No sé. Siempre anda con él, le celebra sus bromas y ahora están cantando. ¿Celos? No, no creo. ¿Celos? Sí, carajo, celos ¿Y? Me acuesto y la hierba puntiaguda me raspa el cuello, la cabeza. Terminen de cantar de una vez, pienso. Cierro los ojos. Empieza el partido. El pincel. Zegarra. Que par de apáticos. Tú eres, Julinho. O tú, Camellito. Se va la “U”. Se va la “U”. Cierro los dientes y bien. Erick la tapó. Que el equipo está jugando mal, que falta Pingo, que la volante no arma, que las gallinas siempre se nos crecen, decimos. La tiene el cholito y su pase encontró a un desconocido que pateó y la hizo entrar. Silencio. Norte estalla. El que no salta es un pavo de Cristal, gritan. Te miro hacer tu boquita como sólo tú la sabes hacer cuando estás molesta. Cómo nos van a ganar. Y con esa barrita, dices, frunciendo el ceño, cerrando tus manos sudorosas que muero por tocar. No se me caigan, esto recién empieza, pienso. La Bala corre por su lado. La para. Centra. Mano. Penal. Saltas. Gritas. Te alegras. Yo y él, igual. ¿Quién va? Bonnet. El pelado nunca nos falla, digo. Y se para. Y corre. Y patea. No, pelado. ¿Por qué justo hoy nos haces esto? El que no salta es un pavo de Cristal. Tengo ganas de orinar. El frío. Los nervios. El baño de Biología está cerrado, así que me voy por al frente, está oscuro. Veo a lo lejos sus siluetas agazapadas junto a un arbusto esquelético. Camino hacia ustedes y los veo echados, con los ojos cerrados. ¿Me echo a tu lado? Sí, me echo. Y por primera vez en mucho tiempo escucho como respiras, veo tu cabello confundirse con la hierba. Miro al suelo, escupo y maldigo. ¿Por qué siempre nos pasa esto con las gallinas? Tú has ido al baño porque ha terminado el primer tiempo. Él y yo conversamos. La verdad, no lo escucho. Sólo pienso en ti y en tu polito celeste. Pequeñito. De tu tamaño. Pegadito a tu cuerpo. Y vuelves. El baño está cerrado, dices. Pobrecita, pienso. Te las tendrás que aguantar, digo. Y río. Te sonrío. Pero tú andas más preocupada en encontrar un baño. Tan preocupada que no me miras. Bueno, en el segundo tiempo le volteamos el partido, digo. Y empezamos a fumar uno, dos, tres cigarros. Uno cada uno. Tengo frío, dices. Y supongo atribulada la piel de tus hombros. No es la primera vez que tengo ganas de abrigarte. ¿Recuerdas cuando íbamos al parque de junto al gimnasio? Toma mi chompa. Y tú ¿No tienes frío? No, digo, autosuficiente, mientras se me congelan los huesos. Mi chompa ya está calentándote los brazos y la brisa de primavera hace todo lo contrario con los míos. Cierras los ojos. Duermo, pienso. Como siempre, despertarás muy de noche, te refregarás los ojos y caminaremos los tres hasta La Mar, a que tomes tu micro. Y no te veré hasta mañana, al mediodía. Escondo los brazos dentro del polo y me echo junto a ti en el preciso instante en el que decides darme la espalda. Cuando arranca el segundo tiempo ya no está Julinho. Más bien lo veo al chiquillo Rodríguez ahí, pegado al Cholito. Y la pelota se enreda una y otra vez en chimpunes, medias, piernas. La “U” ya se cansó, digo, se han tirado atrás. ¿Tú? Has puesto a descansar el rostro en las palmas de tus manos. El tiempo pasa y a nadie le da la gana de hacerla entrar al arco de Ibáñez. Pero te levantas y te vas. ¿Dónde? Al baño, dices. Él está cubierto por la envoltura de la guitarra. Tibio. Ahí vuelves, luego de unos minutos. Y antes de que alguien lo note acorto el espacio que nos separa a mí y a él para hacerlo más estrecho, a la medida de tu cuerpo. Ojalá te animes. Ven, échate aquí en el medio, dice él. Tú dudas. No quieres, creo. Pero ahí vienes. Y ya estás protegida por nuestros cuerpos, bocarriba. El cielo violeta es lo único que ven mis ojos, que, además, son los únicos abiertos. ¿Y tú? Dormida. O con sueño. Pero lejos, muy lejos de mí. Voy a orinar, digo. Molesto. Intranquilo. Enredado. Corner de La bala y agarra Ibáñez. Saca. A Paolo, a Paolo. El Charapa ya oyó y no deja que Paolo la toque. Bien Charapa. Zegarra se la quita y la mete con comba, al charco de cabezas. Una la empuja. Pelota y red juntas. El Camello circunda el arco con los brazos encogidos y la boca bien abierta. Su gol. Nos abrazamos después de mucho tiempo, pero, lástima, no estamos solos. Hay veinticinco mil personas rodeándonos. Y uno de ellos estrangula nuestro abrazo, que tuvo que ser más abierto de lo que yo quería. A saltar. El que no salta: una gallina. Te mueves. Me muevo. Se mueve. Gritamos. Saltamos sobre las bancas de madera apolillada. Vuelvo cansado. Cabizbajo. Me siento sobre el césped junto a ti, te doy la espalda ¿Pensando en qué? En todo y en nada al mismo tiempo. Tu voz pronuncia mi nombre ¿Qué? No, no tengo frío. Tú sí debes tener, porque has encogido tus piernas hasta hacerlas rozar con mi cintura. Debe ser el frío, pienso. Gracias frío, pienso. Me estás tocando. Volteo a ver mi mochila que hace de almohada y aplasto mi nuca contra ella. Ahora sí que estamos cerca. Tus ojitos descansan detrás de tus anteojos, que recogen el brillo de los faros de la universidad. Tu mano, la derecha, dista poquísimo de mi rostro. ¿Me acerco? No, pero por lo menos te acaricio la mano con la piel de mi cara, pienso. Mi pecho explota al sentir ese pedacito frío de piel que cumbre tu dedo. De ahí para adelante no pasó casi nada. Ah, verdad. El pelado se la perdió solito, no es tu noche, pelado. Nada más. El árbitro coge la pelota y todo termina. ¿Campeonamos? No sé. ¿Campeonamos? No sé. ¿Campeonamos? No, el de Alianza no termina, dice un tipo con audífonos, faltan cinco. A sufrir. Cigarros. Cigarros. ¿Dónde están los que venden cigarros? Deme tres. Uno para ti, otro para ti y el otro para ti. ¿Por qué el tiempo se hace tan espinoso? Porque no es el tiempo real, es nuestro propio tiempo. El aire se atropella dentro de mi cuerpo. Mi garganta se seca hasta arder. Es que nuestros rostros no habían estado así de cerca desde hace mucho. Él se levanta, nos mira, hace puchero. Suspira. Que tiernos, dice con voz aflautada. No escucha, felizmente, las maldiciones de mi mente. Se vuelve a acostar. Algo dice, no recuerdo. Pero lo mejor que hace es volver a echarse, a cerrar los párpados y a meterse dentro de su abrigo. El sofocón me hizo separar de ti, de tu mano. ¿Me vuelvo a acercar? Pienso. No sé, que pase un ratito. ¿Cuánto falta? Uno. Menos, no falta nada, ya son cinco minutos. ¿El tiempo adicionado? Siete minutos. Insultamos a Hidalgo. Los jugadores corren y se hunden en el camarín. Un matorral de fotógrafos cubre los ruegos de Erick y del camellito. Las gallinas se van, no nos quieren ver campeones. ¿Campeones? ¿Cuántos faltan? Todavía cinco. Cigarros, más cigarros. Tú, yo, él y varios más rodeamos al tipo de los audífonos. ¿Ya? Nos muestra la palma de la mano abierta. No, todavía no. El humo me aprieta la garganta, pero ni por eso dejo de aspirar. Sí, me digo, quiero que me acaricie, quiero acariciarla. Y nuevamente recuesto mi sien sobre tu dedo. Y la empiezo a mover despacito. Esto ya es bastante, es demasiado. Mis piernas se agitan cuando siento otro poquito de tu piel. ¿Se mueve? No, yo soy el que me muevo. Y así va aumentando el movimiento. ¿Tú? ¿Yo? Creo que los dos. Y así va creciendo tu piel ¿Un dedo? ¿Dos? No, ya son más. Y el movimiento se hace débil. Ya. Ya son siete, grito. Nada, no lo quiere terminar. Estoy a punto de ver por primera vez a mi equipo campeón. Claro, en el estadio, la última vez los vi por tele. El día del Tri. La bronca con las gallinas. Año mil novecientos noventa y seis. Hace seis años. Caminas sobre tu sitio. Te muerdes un dedo. ¿Sufres? No, sufrimos todos. Que lo termine, que lo termine, grita él, como si lo fueran a escuchar. Que bello es sentir tus caricias. Más bello aún es mirarte. Y más aún ver cómo me miras, cómo nos miramos. Ese segundo se nubla en mi mente. No puedo liberar los brazos de dentro de mi polo, para abrazarte, cómo tú lo haces ¿Beso? ¿Mordisco? No, eso y más, mucho más. Eres tú, es tu boca la que se acercó a la mía y la calentó, la humedeció. Ahora sí tengo los brazos libres. Y luego te atrapo para no dejar que te vayas, para que el beso no termine. Un chorro de gente sale del camarín con los brazos arriba. Terminó, grita el de los audífonos. Y los tres hicimos un tronco vibrante, retozante, ruidoso. Son seis años que esperamos para ver a la avalancha celeste correr la pista atlética del estadio. Y ya lo ven, y ya lo ven, somos campeones otra vez. Pensé que no te volvería a besar, es lo primero que dices. Hacía cuánto tiempo esperaba este momento, pienso ¿seis meses? No ¿Un año? ¿Dos? No ¿Cinco? ¿Diez? ¿Veinte? Un poquito más. Ah, ya sé. Veinticuatro años, dos meses y unos cuantos días más, pienso.

Por Omar Dante Araníbar Díaz (estudio literatura en UNMSM, fue un gran amigo. Extraño constantemente sus bromas, alucinadas y su humor ante las situaciones adversas, los consejos que siempre me dio, casi como un hermano mayor, el que nunca tuve. No quiero extenderme mas. Este es un pedacito de él para que todos conozcan al maravilloso ser humano que las circunstancias nos arrebataron)

domingo, octubre 22, 2006

yeaa (frivola cancion de amor)


No prentendo escribirte nada en especial nena, porque al parecer nada bueno tengo que ofrecerte. Solo cantarte al oido esta ilusa cancion de amor que sale de adentro de mi putrido corazon. Te amo dulce niña loca. Y lo se, carece de armonia, es vana, superficial, simple, grosera y quizas solo la hago con la ilusion de besar tu lindo cuello una vez mas. Porque debo susurrar a tu oido del caos de esta cosmica explosion que destruye mi universo cada dia que tu no estas. No te vayas, no huyas de las ondas expansivas, comprende que esto es solo un producto de mi retorcido amor. Quedate escuchar este monotono estribillo que se repite una y otra vez !Yeaaa! Te amare por siempre preciosa, si tu me dejas hacerlo. !Yeaaa! muevete nena y dejame acariciar tu espalda, bajar hasta tu hermoso culo canela. Pero ante todo, comprende que te amo y no puedo vivir mas sin ti, y aunque se que no puedo bajarte las estrellas, mataria por ti si es que asi me lo pidieras. No soy poeta, pero puedo ser asesino si tu lo quieres. Deja de jugar conmigo, dime que me amas y te hare el amor, una y mil veces, hasta quedarme seco, marchitarme y morir. !Yeaa! Si preciosa, muevete asi, cada dia lo creo mas, el mundo pronto se va acabar. !Yeaaa! una vez mas, repito este frivolo estribillo sin saber muy bien porque. Quizas lo se, pero no quiero que entiendas, lo duro que puede ser este amor !Oh yeaa! !Yeaaa!!!